13 DE ABRIL
SALMO 103:14-18
«Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de sus hijos» (SAL. 103:17).

Recuerdo la primera vez que vi el mar, era solo un niño, y me pareció tan grande y sin límites. En el atardecer, el sol parecía hundirse dentro del mar. Todo aquello me resultaba sorprendente e inmenso, y me sentía muy pequeño en medio de mis pensamientos.

Hoy abordaremos dos temas, el primero es la misericordia de Dios, que es desde la eternidad y hasta la eternidad. Seguramente más grande que lo que mi mente imaginaba la extensión del mar. Esta conclusión viene luego de ver cuán limitados y finitos somos como humanos (vv. 14-16), recordando que nuestras vidas son polvo, o como una flor que se marchita. Por esta razón, no hay forma de comparar nuestra pequeñez con la magnífica misericordia eterna de Dios. Esa benignidad, piedad y voluntad expresa para procurar nuestro bien no tiene límites, y se ha hecho patente desde antes de la fundación del mundo. Y ¿quiénes pueden experimentar esa misericordia? Los que le temen; los que reconocen en el Señor una autoridad mayor y guardan el respeto y aprecio reverente a Su nombre. Porque no sería honesto, ni lógico, pensar que una vida lejana y ajena a Él pueda experi-entar la diaria presencia amorosa de Dios. Ciertamente Su misericordia ya se ha hecho patente por medio del sacrificio de Su Hijo Jesucristo por nosotros, pero no es perceptible, ni se puede disfrutar en quienes no tienen temor de Él. Solo es posible por medio de una transformación total del corazón, y esa obra solo la puede realizar el Señor Jesucristo.

La lectura nos lleva ahora al segundo tema: la justicia de Dios, que se extiende sobre las generaciones de quienes guardan Su pacto; y añade que Su justicia (salvación) se extiende aun hasta sus nietos. Así pues, el temor de Dios se hace evidente al guardar una relación continua con quien tomó la iniciativa de alcanzarnos por medio de Jesús como nuestro Salvador. Guardar el pacto es responder a quien ya pagó por mis pecados con una vida agradecida y de servicio. ¿Y quienes son estos que guardan Su pacto? Los que se acuerdan de Sus mandamientos para ponerlos por obra.

¿Lo has hecho ya? ¿Participas de la misericordia de Dios en tu vida? ¿Puedes experimentar cuán grande es? Si no puedes hacerlo, seguramente será tiempo de revisar si llevas una vida de temor a Dios, si guardas Su pacto, y si recuerdas Sus mandamientos para ponerlos por obra. Gozar de la misericordia y justicia de Dios es posible, pero está en función de una vida que le teme reverentemente, y que está dispuesta a obedecer lo que Su Palabra le instruye. ¿Estarás dispuesto a probarlo?

«Pero, cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo» (Tito 3:4-5).

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SALMOS
DEVOCION MATUTINA VESPERTINA
Narrado por: Joyce Vejar
Desde: Arizona, USA
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