14 DE SEPTIEMBRE
SALMO 46:1-3
«Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia» (SAL. 46:1).
La noticia de una enfermedad terminal, el fallecimiento de un ser querido, la traición de un amigo, ¿qué produce en nosotros? Una de las respuestas más comunes es: temor.
El alma suele reaccionar frente al temor como el agua ante el frío. El agua no resiste muy bajas temperaturas, sino que pierde su esencia y se convierte en algo sólido: hielo. El temor paraliza el alma. Nos hace querer huir cuando enfrentamos circunstancias que no esperamos. Situaciones en las que el dolor o el sufrimiento están presentes.
El Salmo 46 recuerda al pueblo de Dios viviendo experiencias con condiciones parecidas. Describe en los versos dos y tres los problemas que le ocasionaron padecimientos con frases que se relacionan a cambios en la tierra, montes que se deslizan al fondo de los mares, las aguas agitándose y bramando en el océano y montes temblando con un enojo creciente.
El rugir de los mares y el temblor de los cimientos de la tierra son figuras que nos permiten entender con mayor claridad lo complejas y dolorosas que fueron sus circunstancias. En turbulencias como estas, sea en alta mar o en tierra firme, la reacción natural es temer.
De igual manera, puede que estés atravesando por circunstancias donde sientes que te remueven el piso. Donde la barca parece haber perdido el control. Sin embargo, así como el pueblo confió en Dios en medio de dificultades monumentales, tú también puedes confiar en Él. Como ellos, aunque haya tribulaciones, confiaremos y no temeremos.
Esa fe encuentra su fundamento en la declaración: «Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia». Lo que nos indica es que la base para poder confiar es la revelación de lo que Dios es.
Crecer en el entendimiento del carácter de Dios garantiza la estabilidad emocional y espiritual de la vida de un individuo. Su amor combina Su poder y benevolencia para beneficiar a Sus hijos. Saber eso trae alivio al alma y seguridad al corazón, resultando en firmeza a pesar de las condiciones que enfrente.
Reflexionemos un momento: ¿cómo reaccionamos cuando las circunstancias se tornan diferentes a lo que planeamos? ¿Tememos o creemos que Dios puede hacer lo que nosotros no podemos? ¿Dónde está puesta nuestra confianza?
Es obvio que los cristianos experimentan miedos. La lección que nos da el pasaje es que, a pesar del temor, debido a que nuestra fe está puesta en el Soberano de la tierra, podemos sobreponernos.
El Salmo 46 es una canción de celebración que nos recuerda que contamos con Dios como refugio y fuerza. Eso nos apunta a la cruz: la condenación eterna era la sombra que nos perseguía, la ira de Dios nos atemorizaba, pero mediante el sacrificio perfecto —al morir y resucitar— Cristo se convierte en el lugar donde nos refugiamos eternamente.
Cuando estemos con Él en gloria, desaparecerá completamente el temor. Mientras esperamos, confiemos en que estamos seguros en el Dios que es nuestro refugio y fortaleza.
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SALMOS
DEVOCION MATUTINA VESPERTINA
Narrado por: Joyce Vejar
Desde: Arizona, USA
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