29 DE ENERO
SALMO 121
«Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra» (SAL. 121:2).
De niño no sabía por qué este era mi salmo preferido. Cada vez que lo leíamos en la iglesia empezaba a llorar; era como si este salmo describiera lo que sentía y pensaba de Dios que no podría poner en palabras. Una seguridad inundaba mi corazón. Nada pudo haberme advertido que, al guardar las palabras de este salmo en mi memoria, me encontraría recordándolas con lágrimas en medio de los tiempos que vendrían de soledad, dificultad, confusión, incertidumbre y tristeza. Estas palabras evocaban una declaración de lo que ya creía, pero que aún necesitaba creer más. Me hacía sentir, y aún lo hace como aquel hombre honesto que respondió a Jesús «Sí creo… ¡ayúdame en mi poca fe!» (Mar. 9:24). Este es también uno de los dos salmos que, junto a mi abuela, aun en la distancia, separadas por océanos y países, recitamos y que a pesar de la demencia senil que afecta su mente y su memoria, todavía puede proclamar con su mente y corazón.
Este es un salmo de ascensión de las personas que recorrían el empinado camino a Jerusalén, que estaba ubicado en la altura y lo recitaban como una oración y un recordatorio a sus propias almas. En la Biblia, Dios da consistentemente la orden de recordar y no olvidar a Su pueblo. No debían olvidar quién es Él y lo que Él había hecho. Cuando lidiamos con tiempos de ansiedad e incertidumbre, un salmo como este aterriza nuestros corazones en la tierra firme de la Palabra. Al fin y al cabo, somos extranjeros y advenedizos en la tierra. Sin embargo, más alto que la ciudad de Jerusalén que estaba por delante, a los viajeros se les recordaba que sus muchos viajes no tendrán comparación con los viajes de la vida.
Haber memorizado las palabras de este salmo ha sido un depósito imprescindible en tiempos de angustia. En medio de la amenaza que el coronavirus ha causado, el mundo ha cambiado su ritmo (oremos para que cambien muchas cosas más profundas y valiosas). Mi boda debía ocurrir esta semana y ha quedado pospuesta indefinidamente. Después de esperar más de cuatro décadas para conocer y unirme a la persona por quien he orado, y de que mis planes sean interrumpidos, Dios no se inmuta, no cambia, no se mueve. Tampoco nadie que ponga sus pies sobre el camino eterno será removido. Nuestros planes pueden cambiar, pero el camino permanece seguro. Esta es una esperanza para viajeros por esta tierra cuyo destino eterno es cada vez más atractivo.
Ahora sé por qué amaba tanto este salmo. Explica perfectamente el sentimiento de un viajero inseguro y la declaración de confianza en el Dios seguro. Un viajero vulnerable a los imprevistos del camino, que puede refugiarse en el Dios invulnerable quién no se moverá. Un viajero quien en la incertidumbre puede confiar en un Dios certero, que sabe no solo el rumbo, sino que diseña cada parte del camino a transitar. Un Dios que no se cansa, que no duerme ni se distrae mientras los viajeros pueden disfrutar el viaje porque Dios es quien construye el camino y conduce a los viajeros de esta tierra hacia el descanso eterno que nos da paradas de descanso de este lado de la eternidad. Esta noche, a pesar del coronavirus, de la economía mundial, del cansancio emocional, tú puedes dormir porque Dios no duerme. Puedes dormir en el tren o el avión del camino porque Dios pilotea a salvo.
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SALMOS
DEVOCION MATUTINA VESPERTINA
Narrado por: Joyce Vejar
Desde: Arizona, USA
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